¡La Victoria por la Oración!
Hebreos 11:6. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
Aquí nos explica que son dos cosas las que se necesitan a la hora de acercarnos a Dios en oración:
1.- Creer en la existencia de Dios.
2.- Creen en la esplendidez de Dios.
Hay dos razones por las cuales es seguro que Dios nos va a otorgar sus bendiciones:
1.- Por guardar fidelidad a sus promesas.
2.- Porque su paternidad lo impulsa a hacerlo: Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan (Lucas 11:11-13).
Santiago 1:6. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.
Eso es lo que deben de hacer nuestros hermanos a partir del día de hoy: pedir con fe, sin dar lugar a la duda, pues ésta ocasiona muchos fracasos en el momento de la oración.
Santiago compara al que pide con la onda del mar (ola), que al no tener firmeza, el viento la arrastra hacia donde sopla. La fe es la virtud que nos permite orar seguros de que lo que vamos a pedir, lo vamos a recibir.
Los primeros hermanos que pidieron el Espíritu Santo, en lo único en que se basaban era en la promesa. Nosotros, aparte de la promesa, tenemos el testimonio de aquellos que ya recibieron. Una nube gigantesca de testigos nos está diciendo que la promesa de Dios es real, que Dios cumple lo que promete, pues no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta. Estas ventajas no las tenían los que fueron a Jerusalén esperando ser investidos de la promesa de lo alto.
Hebreos 10:22. Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
¿Qué pasa cuando el hermano se acerca dudando? Se queda a la mitad, o simplemente se conforma con que le digan: hermano, se quedó a un paso de recibir. El estar cerca de la promesa no debe ser ningún consuelo, sino el alcanzarla.
Números 13: 25-33.
Los diez compañeros de Josué y de Caleb, sembraron duda entre el pueblo, pues magnificaron los peligros que presenciaron en la inspección que realizaron por mandato de Moisés.
La reacción del pueblo fue negativa, pues se dejaron engañar por aquellos que subieron en su representación a la tierra prometida. ¿Cuáles fueron las mentiras que les dijeron?
El pueblo es más fuerte que nosotros. ¿Ya habían medido sus fuerzas? No, por lo tanto no podían afirmar tal cosa.
Es tierra que traga a sus moradores. ¿Por qué no la hallaron vacía o inhóspita? Si había habitantes es porque la tierra no representaba ningún peligro.
Todos los hombres que vimos son hombres de gran estatura, y les parecíamos como langostas.
Con estas mentiras aquellos hombres dejaban a Dios en el lugar de un mentiroso, ya que Él era quien desde tiempos de Abraham había hablado muy bien de aquella tierra. Esas palabras lograron meter desconfianza en el pueblo, por lo que el pueblo se acobardó. Estando ya a un paso, se amedrentaron y no quisieron tomar posesión de la tierra prometida.
Números 10:1-12.
Nosotros debemos de estar firmes en las promesas de Dios. No necesitamos que alguien investigue si la promesa de Dios es real o no. Hay que estar alertas del engaño, por eso Pablo les decía: No os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, no os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca (1 Tesalonicenses 2:2).
El engaño puede venir de un mal espíritu, que nos haga creer que eso no es para nosotros. Que nos haga dudar y nos haga decir: ¿de veras habrá Espíritu Santo? Nos puede aconsejar: Llevas ya muchos años pidiendo y ya ves, nada has recibido. La labor de un mal espíritu es polifacética.
Cuidémonos de esos malos espíritus. En estos días hay que estar vigilando en todos los sentidos.
La fe nos ayuda a vencer a nuestros enemigos: cansancio, conformismo, asco, dolores físicos, miedo, etcétera.
