Los tatuajes: ¿Buenos o Malos?
El interés de escribir sobre los tatuajes y piercing (perforaciones) en adolescentes surge por la curiosidad que despertó en mí, la cada vez más creciente cantidad de sujetos que son consumidos de esta técnica. También llamo mi atención la gran variedad de diseños existentes, así como los lugares estratégicos en donde son colocados estas marcas o perforaciones.
El adolescente se encuentra en una fase de cambios de tipo biológico y psicológico, la cual lo lleva al proceso de construcción de la identidad, donde esta implícita su relación con los otros. El adolescente busca alterar de una u otra manera su cuerpo, ya sea por el maquillaje, el peinado o la ropa. En este caso me interesa la marca –extiéndase por marca los tatuajes y las perforaciones- y la manera en que inciden en al construcción del imaginario corporal (como se visualizan y como creen ser vistos por los otros). Estos artificios para modificar el cuerpo están influenciados por la cultura: los amigos, los artistas de moda, las revistas, las películas, los sitios de Internet y por la famosa globalización. Obviamente, también existe el deseo por parte del adolescente de pertenecer a un grupo paradójicamente su aspiración a ser diferente a los demás. La practica del tatuaje y la perforación es milenaria y esta asociada con el dolor que se le causa al sujeto con un instrumento afiliado. En otros tiempos que llevaba la marca era el esclavo, aquel que tenia que hacer trabajos de acuerdo a su condición, sometido al mandato; es decir, alguien siempre sujeto a la voluntad del otro, que se debía a su amo y señor. El esclavo era el objeto de su partencia, y que como tal llevaba la marca, y fuera la escarificación, el tatuaje o el arete, que al igual que en el caso de los animales era utilizado para ser reconocido como propiedad.
Algunos sujetos que acceden, lo hacen con el objetivo de mostrar su valentía, o para sufrir el dolor que esto implica, pero en su mayoría porque reconocen un tipo de falta y creen que han vivido con esta carencia por la que tiene que pagar un precio, aunque éste pueda ser el dolor o la condena; se prestan para ser hoja en blanco que va a ser marcada, para posteriormente ser exhibida.
Algunos al ver que otros lo hacen quedan enganchados en esto y al querer experimentarlo, se enlistan en las filas para ser iniciados por medio de un rito. Obviamente que con el tiempo algunos querrán ocultarlos o borrarlo y se justificarán al decir “son locuras de juventud, a fin y al cabo quien no ha cometido alguna”. Pero si algo podemos afirmar (con sus iguales), pero en su mayoría repulsa o marginación en los trabajos ya que esto se asocia con el vandalismo, pandillas, prostitución y la drogadicción. Además del aspecto socio-cultural, la mayoría de los lugares donde se realizan tatuajes y piercings son verdaderamente insaludables y focos de enfermedades sanguíneas (en el peor de los casos SIDA). Ahora bien, suponiendo que una persona vaya a un lugar en donde las medidas de higiene son excelentes, tiene que estar conscientes de que no podrá donar sangre de por vida, ya que su sangre esta contaminada con tinta.
En esta practica lo emocional siempre esta en juego ya que es lo afectivo lo que manifiesta el estado de ánimo que quizá en ocasiones al requerir una careta, una transformación para verse y sentirse “bien”, haciendo olvidar que se tiene que pensar en el futuro, ya que lo que hagamos de nosotros abarca a nuestra familia y queda como ejemplos a nuestros hijos. Conozco gente que ahora se arrepiente de haberlos hecho y presentan cicatrices en las zonas de su cuerpo donde anteriormente fue un tatuaje.
La marca también e deja ver en el libro de génesis, como ejemplo de ello trataré a su memoria la marca que Dios puso a Caín en la frente después de haber matado a su hermano Abel.
“Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender sino aquel que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre” (Apocalipsis 13:16 y 17)
